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En el mundo del emprendimiento, especialmente en un rubro tan emocional y artesanal como el de las velas, existe una creencia que se repite constantemente: lo barato vende más. Y junto a esa idea aparece su contraparte: lo premium siempre deja mejor margen. Pero la realidad es mucho más compleja y mucho más interesante. La rentabilidad en el mercado de las velas no depende solo del precio final del producto, sino de una mezcla delicada entre costos, percepción de valor, posicionamiento, competencia, estrategia emocional y el tipo de cliente al que la marca decide apuntar. Por eso, responder a la pregunta de si una vela económica o una premium deja mejor margen requiere analizar cómo se comporta el consumidor, qué tan saturado está el mercado y qué elementos construyen el valor verdadero de la vela más allá de la materia prima.
Las velas económicas suelen atraer un volumen mayor de ventas. Tienen precios más accesibles, apelan a compras impulsivas, son ideales para regalos pequeños y permiten que un público amplio entre en contacto con la marca. Pero ese volumen viene acompañado de un desafío: los costos operativos. Una vela económica necesita producirse con eficiencia, en cantidades más grandes y con materiales que permitan mantener un precio final competitivo sin sacrificar la seguridad ni el aroma. Esto obliga a optimizar tiempos, estandarizar procesos y tener proveedores confiables. El margen por unidad suele ser pequeño, lo que significa que la rentabilidad depende de vender muchas velas. Y vender muchas velas requiere visibilidad, constancia, presencia en redes, stock estable y una operación fluida. Es un modelo viable, pero exigente.
Por otro lado, las velas premium funcionan con una lógica completamente distinta. Una vela premium no se vende por necesidad ni por impulso; se vende por aspiración. Es un producto que apela al deseo de vivir una experiencia más lujosa, profunda o sensorial. Los materiales suelen ser más caros: ceras suaves, mechas especiales, aromas complejos, frascos de diseño, packaging elegante. Esto eleva el costo de producción, pero también permite que el precio final suba aún más. En muchos casos, la diferencia entre costo y precio es mucho mayor que en una vela económica. En apariencia, los márgenes son mejores. Pero lo premium tiene otra exigencia: debe sostener la promesa. Eso significa mantener altos estándares, invertir en branding, crear una estética coherente, mantener un estilo de comunicación consistente y saber llegar al cliente correcto. No basta con poner un precio alto; la marca debe sentirse premium.
Entonces, ¿cuál deja mejor margen? Depende del modelo del negocio y de cómo se gestionan los costos. Hay marcas económicas que, al vender grandes volúmenes, tienen una rentabilidad estable y constante. Y hay marcas premium que, con menos ventas, logran márgenes extraordinarios por unidad. Pero también existe el riesgo contrario: una vela económica que no vende suficiente volumen puede generar pérdidas, y una vela premium que no logra justificar su precio puede quedarse estancada en inventario. Lo cierto es que lo premium y lo económico no son enemigos; son estrategias. Y lo que determina la rentabilidad real es la coherencia entre la propuesta de valor y el cliente al que se dirige.
El comportamiento del consumidor también influye. Quien compra una vela económica busca rotación, variedad, aromas suaves y precios accesibles. Quien compra una vela premium busca exclusividad, profundidad aromática, empaques bonitos, identidad y una experiencia que sienta especial. Por eso, en muchos casos, lo premium genera más fidelidad, porque el cliente siente que la marca entiende un estilo de vida. Mientras que en lo económico, la fidelidad es más volátil, ya que el cliente puede cambiar de marca fácilmente si encuentra un precio mejor.
Lo más interesante es que, en los últimos años, el mercado ha demostrado que no siempre lo barato vende más. De hecho, hay consumidores dispuestos a pagar más si el producto los hace sentir algo distinto. Y tampoco lo premium asegura ganancia sin estrategia; requiere trabajo, identidad y claridad. La clave está en conocer el costo real de cada vela, entender cuánto está dispuesto a pagar el público objetivo y construir un mensaje que conecte. Solo así un modelo, ya sea económico o premium, puede convertirse en un negocio rentable y sostenible.